Lunes
21 Ene¿Realmente estamos leyendo menos los chilenos? ¿Crisis de la lectura?
Como es de constumbre, Vicente se levanta temprano para ir al colegio. Mientas se viste, lee dos whastapp que no contestó la noche anterior, revisa su instagram y empieza a dar “me gusta” a los estados de sus amigos. Camino a la escuela, observa una publicidad pegada en la parte trasera de un colectivo. Le llama la atención los colores y las grandes letras que hacen más llamativo el eslogan “Que al navegar, no te den ganas de vomistar… cámbiate a Wom”. 8:00 hrs. suena el timbre; empieza la clase de Lenguaje. –Anoten el objetivo y la fecha-, fueron las primeras palabras de la profesora. -Abran su libro en la página 268 y empecemos a leer-. La palabra leerle retumbó los oídos a Vicente, ante lo cual solo se atrevió a exclamar con voz fuerte e imperiosa ¡ODIO LEER! – ¡Sal de la sala, cómo se le ocurre gritar en medio de la clase!- fue lo último que escuchó esa mañana.
Al igual que Vicente, muchas personas manifiestan su desinterés por la lectura y afirman que no leen nada o que les carga leer. Antiguamente, existía un consenso entre los investigadores en cuanto a la acción de leer. Esta hacía alusión al análisis de textos literarios y no literarios, cuyo modo semiótico era, exclusivamente, el lingüístico (texto). No obstante, con la eclosión de la publicidad y el surgimiento de nuevas plataformas virtuales y comunicativas, el término leer se ha ido ampliando. Cualquier sujeto que desea ser partícipe de una sociedad está obligado, consciente o incoscientemente, a decodificar los mensajes que en ella se presentan. Observar una publicidad, leer un estado en Facebook, simplemente, entender las señaléticas del tránsito, nos exige generar un sinfín de procesos cognitivos para comprender los mensajes ocultos en dichas manifestaciones comunicativas. Por lo anteriormente planteado, considerar que estamos en una crisis de lectura es una concepción errada, puesto que no estamos leyendo menos, sino que solo estamos leyendo en plataformas distintas. Más importante aún, ningún sujeto puede afirmar que no lee.
Este cambio de paradigma de la lectura, nos exige, como docentes, estar acorde con las necesiades de esta era tan globalizada y regida por información. Ahora bien, esto no significa que obras maestras, tales como “El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” , “Cien años de soledad”, “Rayuela”, entre tantas otras, deban desaparecer de nuestro actual curriculum. Por el contrario, tenemos que ser capaces de adaptar nuestras prácticas pedagógicas de acuerdo con las exigencias del siglo XXI. Una de estas exigencias es ajustar las estrategias de lectura de los estudiantes dependiendo del tipo de texto al que se vean enfrentados. Por ejemplo, para el análisis de una propaganda, los alumnos deben incorporar información desde dos o más modos semióticos: rasgos lingüísticos (texto), imágenes, tipología y color de las letras, etcétera con la finalidad de identificar el propósito comunicativo del género en cuestión. En cambio, para la interpretación de una obra literaria, se requieren estrategias totalmente distintas a las ya expuestas.
De acuerdo con nuestra manera de entender la lectura, en los dos programas internaciones de nuestro establecimiento (MYP y Diplomado), los estudiantes se ven enfrentados a distintas tipologías y géneros textuales con el propósito de desarrollar habilidades de lectura propias de cada género. Asimismo, se propicia el trabajo de lectura y comprensión en nuevas plataformas virtuales, a pesar de todos los retos que requiere esta reformulación.
Gustavo Ortega
Profesor de Lenguaje