El inglés, una herramienta que se se entrega a edad temprana

Evangelina Di Girolamo
Head of Junior Academics
PYP Coordinator
The Mackay School

Conocer otros idiomas y la cultura de donde provienen es una habilidad apreciada en nuestros tiempos y una ventaja cada vez más urgente en un mundo que exige el desarrollo de una mentalidad internacional en los jóvenes, que se desempeñarán en una sociedad aún más globalizada que la actual. 

La mentalidad internacional, de acuerdo a lo que establece la Organización del Bachillerato Internacional (www.ibo.org) es una visión del mundo que conecta a las personas con la comunidad global para asumir un sentido de responsabilidad hacia sus miembros. Los individuos con mentalidad internacional aprecian y valoran la diversidad de culturas presentes en el mundo y se esfuerzan por aprender más sobre ellas.

No solo aprender una segunda lengua, específicamente el inglés, nos permitirá comunicarnos con extranjeros, aprender sobre su cultura y conocer acerca de sus costumbres, sino que también nos ayudará a fortalecer la reflexión y la capacidad de enfrentar situaciones complejas en la vida, permitiendo en un futuro obtener mayor cantidad de oportunidades.

Es por ello que la enseñanza del inglés se hace indispensable, especialmente en las edades tempranas. Muchos expertos dicen que la mejor edad oscila entre los 3 y 6 años, cuando los niños son capaces de absorber toda clase de aprendizajes con facilidad. Ellos son como esponjas, pues de manera natural aprenden más rápido a imitar palabras y a practicar su pronunciación, teniendo como ventaja no sentir vergüenza ni miedo a equivocarse.

Hay muchos estudios que demuestran que ser bilingüe hace trabajar zonas del cerebro que no se consigue de ninguna otra forma. Los idiomas abren la mente y la forma en que se ve el mundo. Aprender inglés de niño, no sólo otorga más destrezas, sino mayores capacidades para desarrollar competencias lingüísticas, incluidas aquellas de la lengua materna.

Las lenguas maternas y extranjeras se localizan en la misma zona cerebral, lo que hace posible la fusión para facilitar el desarrollo del lenguaje y pensamiento en ambos idiomas, por lo que no se contraponen. Utilizar dos lenguas al mismo tiempo es un entrenamiento para la mente de los niños que los ayuda a programar los circuitos cerebrales para que les sea más fácil asimilar nuevos idiomas en el futuro.

Para muchos padres resulta complejo entender que se exponga a un niño a aprender inglés cuando aún no sabe escribir en español. Este tipo de aseveración resulta muy recurrente cuando y lleva a pensar que podría producir un retraso en el desarrollo del lenguaje en nuestros hijos. Este es un error muy común que lleva a muchos padres a esperar a que el niño sea capaz de desenvolverse en un idioma antes de empezar con otro. 

 Sin embargo, se deben aprovechar las primeras edades, incluso antes de que empiecen a escribir para aprender inglés, pues les permite relacionar los sonidos con la escritura y asimilar de una forma más natural. Las estrategias que ayudan en el aprendizaje de una lengua extranjera son el tener la mayor cantidad de exposición al idioma posible. Idealmente, estar expuestos diariamente a clases y asignaturas dictadas en este idioma, en que el profesor no hable en español durante la mayor parte de la clase, y que los alumnos tengan lectura variada en esta lengua como parte del programa curricular.

Los niños deben ser los protagonistas de sus propios procesos de aprendizaje. No todos los niños son iguales, cada uno seguirá su propio proceso de aprendizaje a su propio ritmo. El cerebro del niño bilingüe posee una organización totalmente diferente a aquel monolingüe, pues está preparado para memorizar mucha más información, además de organizarla de una forma más eficiente y efectiva, y acceder a ella de manera rápida y sin mayores esfuerzos. A todas estas ventajas se suma la posibilidad de acceder a dos culturas diferentes, que evidentemente enriquecen la educación del niño en todas sus vertientes: la literatura, la historia y las tradiciones.